Parabola del libro cenicero
José Manuel Fernández [Periodista] 
El libro cenicero es el libro testimonio de nuestro tiempo, a propósito de las sensaciones que provoca la nicotina. Seguramente hoy lo habrá echado en falta su dueño, al encender el primer cigarrillo de la mañana, no por otra cosa. Yo liberé el libro del sufrimiento.
La regulación atosigante sobre el consumo del tabaco ha creado nuevos escenarios de convivencia, en este caso, el descansillo de una escalera, donde los oficinistas ejercen su derecho a perjudicar la salud física propia, pero no la ajena. En realidad, no saben ya donde meterse.
Solo advertí de la existencia del libro cenicero cuando alguien me lo mostró solícito, pensando que también sería de mi utilidad. Se encontraba semioculto en un rincón del primer peldaño, junto a la puerta de la calle. En realidad, era de una utilidad doble: permitía sostener el cigarrillo encendido fuera de la sede administrativa, en caso de necesidad, para recuperarlo después, y preservaba además de manchas de nicotina el mármol inmaculado del zaguán.
Se trata de un libro viejo, un ejemplar encuadernado en rústica, muchas de cuyas páginas interiores aún no han sido cortadas y separadas de sus pliegos originales, ochenta años después. Resulta evidente que nadie lo ha leído todavía, pero su uso no ha decaído. Ahora como cenicero.
La tapa refleja el costurón quemado de la vida que ha recibido. La quemadura traspasa el cartón de la portada y las páginas iniciales, para llegar hasta el prólogo. Ahí se detiene, como si el fuego quisiera respetar el contenido literario de la obra. También, ha adquirido con el tiempo una pátina de vejez impropia, y la forma acunada que precisa el sostén de cigarrillos entre horas.
Mi amigo Paco López, amante también como yo de la letra impresa, me preguntó por qué me lo había llevado, cuando me vio con él bajo el brazo.
--No tenías necesidad, hombre- fueron sus palabras. La literatura siempre sobrevive al fuego.
Yo no le respondí, no supe hacerlo, absorto en ese pensamiento. Lo cierto es que el libro se había venido conmigo, pensé con un sentimiento de orgullo que tranquilizaba mi conciencia. Nadie lo echaría en falta, a no ser el fumador de turno que, en su lugar, me temo, colocará en el mismo lugar otra obra de la literatura española, seguramente inédita de lectura, como la anterior.
El libro cenicero, por cierto, se titula "Sintiendo a España", y es una colección de ensayos de José Martínez Ruiz "Azorín". Toda una metáfora sobre la verdad intelectual de nuestro país al día de la fecha.

























