¿Nadie se sonroja?

Los datos del paro del mes de abril han vuelto a retratar a la provincia. En un escenario nacional de alivio y moderado optimismo por la bajada del paro después de ocho meses, ahora resulta que en Jaén no sólo no bajó sino que fue la provincia de todo el país donde más creció el número de desempleados (3.340). Una vez más, nos situamos a la cabeza del ranking más amargo y desalentador. Las estadísticas oficiales indican que en la provincia hay 50.509 parados (más si se tiene en cuenta la EPA), de los que casi el 54% son mujeres. Datos, en todo caso, escandalosos y que deberían sacar los colores a más de uno, pero aquí, por lo que parece, no se sonroja nadie.

Apenas unos días antes de conocerse estos datos, la manifestación del Primero de Mayo reunió en Jaén apenas medio millar de personas, la mayoría de ellos sindicalistas y cargos públicos liberados. Es decir, en una situación tan crítica como la actual, los sindicatos han sido incapaces de sacar a la calle a los que verdaderamente sufren en sus carnes el drama del paro. ¿No será que los sindicatos están perdiendo su credibilidad ante los trabajadores?

Es cierto que el final de la campaña de la aceituna ha condicionado los datos del paro de abril. Al igual que ahora estamos a la cabeza en la destrucción de empleo, en enero éramos los que tirábamos del carro del empleo agrícola. Pero esa coyuntura no puede esconder la verdadera realidad, que no es otra que la fragilidad del sistema productivo jiennense y su enorme dependencia del monocultivo del olivar. Los que miran al final de la campaña oleícola para justificar lo injustificable, también deberían contar que en abril se han computado 1.275 parados que en el mismo mes de hace un año.

La provincia de Jaén se está haciendo más vulnerable a la destrucción de empleo, y no sólo por el final de la aceituna. Es verdad que dos de cada tres nuevos parados provienen del sector primario, pero también la industria se tambalea. Ahí está si no la crisis de las ladrilleras y empresas cerámicas de Bailén, los expedientes de regulación de empleo en firmas tan señeras como Santana o Koipe o los despidos en Libitec, con el agravante de que la empresa había recibido 24 millones en ayudas públicas para reconvertir la antigua azucarera en una planta de biocombustibles.

¿Y qué se está haciendo para combatir la crisis? A tenor de los datos, parece evidente que el Plan Activa Jaén no parece suficiente para corregir los desequilibrios de esta provincia, como tampoco las buenas intenciones del Gobierno andaluz en reciclar a los excedentes laborales de la construcción en las industrias de energías renovables o en la bautizada como ´Andalucía Sostenible`. Y de los empresarios cabe esperar un papel mucho más activo que el actual, menos pendientes en rebajar los costes de los despidos que en crear empleo. Y a los bancos, que tanta solidaridad demandaron de las instituciones públicas cuando llegaron las vacas flacas, que abran de una vez el grifo del crédito y dejen de lucrarse con la crisis (a mayor incertidumbre, mayor ahorro y, por tanto, más beneficios bancarios). ¿Y los sindicatos? Pues a los representantes de los trabajadores habría que exigirles que estén a la altura del momento que se vive.

¿Acaso no está la provincia en un estado que demande la movilización social? Me viene ahora a la memoria la antigua Mesa por el Desarrollo de la Provincia que, a principios de los años noventa, reunió a todos los partidos políticos, agentes sociales, ciudadanos en general y hasta al obispo para exigir un plan de choque que acabe con el papel de Cenicienta de Jaén. Seguro que entonces los indicadores socioeconómicos no eran tan nefastos como ahora. ¿Por qué no recuperar ahora ese consenso? ¿Es más importante lo que divide a los grupos políticos que trabajar por la provincia? Aquí nadie se sonroja.