El terrorismo, jinete apocalíptico
Mal que nos pese, en los últimos tiempos se están escribiendo algunas de las páginas más sanguinarias de la historia de la humanidad. Asistimos a ello con la inconsciencia del que cree haberlo visto todo, o espera verlo, solo para ratificar que la capacidad de odio de nuestra especie, ahora más que nunca, no conoce límites. El terrorismo se une así, tristemente, a los grandes azotes del género humano, como en su día fueron calificadas el hambre, la peste y la guerra. Los Jinetes del Apocalipsis.
Porque, ya no se trata de hablar del terrorismo como de una lacra social que amenaza la tranquilidad de países o regiones muy localizados del planeta, y cuyos tintes políticos enmascaran la crueldad de sus acciones. Ahora observamos cómo sociedades de muy distintas culturas y valores se alían para no sucumbir atenazados ante el dolor de una agresión que les resulta común, porque trata de destruir sus principios de convivencia y su libertad, la gran aportación de todas las civilizaciones a los avances de la humanidad.
Nunca la paz había conseguido unir tanto a los países occidentales como ahora lo hace el terrorismo yihadista.
Por primera vez, estamos percibiendo el verdadero rostro del terror, el terror global que sobrecoge a toda la civilización occidental, y que utiliza a su favor la tecnología de los medios de comunicación que han sido instrumento de desarrollo de los que ahora son sus víctimas.
Las imágenes desgarradoras del degollamiento de seres humanos, de ejecuciones públicas, de asesinatos en masa, de la destrucción sistemática del legado cultural de civilizaciones que contribuyeron a nuestra evolución social, nos ofrecen una dimensión de los objetivos del terrorismo como no habíamos conocido antes: la de una guerra contra el género humano por el odio a los valores que éste representa.
Sin duda la humanidad se dispone a afrontar una de las batallas más decisivas y dolorosas de toda su historia, la que le permitirá continuar disfrutando de su conquista más relevante, la libertad. No se trata de una confrontación por motivos religiosos. No es ésta una cruzada, pero su apariencia nos permite reflexionar sobre acontecimientos históricos en que, como ahora, resultaron infructuosos los esfuerzos pacíficos por hacer convivir dos visiones enfrentadas de la sociedad humana.
Si hace cinco siglos fue posible una realidad geopolítica diferenciada de los pueblos, con asentamientos alejados entre sí, la globalización de las relaciones humanas obliga ahora a convivir a sociedades antagónicas y, por tanto, a su enfrentamiento irremediable.
Lo que ocurre es que, el terrorismo como factor diferenciador de una de ellas, hace de esta guerra un hecho apocalíptico.