Igualdad de boquilla

Los hombres de mi generación (la de los 60) recibimos una educación machista propia de los valores dominantes del franquismo. En la escuela y en los institutos había separación de sexos. Algunos deportes eran sólo de hombres, mientras que si ejercías determinadas profesiones te llamaban mariquita. En el hogar los hombres estaban exentos de lavar, planchar y fregar. En general, nos librábamos de todo lo relacionado con las tareas domésticas. Los papeles estaban muy marcados. El hombre trabajaba fuera de casa y la mujer se dedicaba a cuidarla.

Con el progreso y la conquista de la democracia, esa generación se ha tenido que reconvertir y adaptarse a unos tiempos en los que la mujer ha conseguido zafarse de esa monodependencia del trabajo en casa. Ahora son mucho más ‘libres’: han conseguido trabajar fuera de casa y además llevar la carga del hogar. Porque está muy bien todo eso de las listas paritarias para las elecciones al Congreso y toda esa serie de legislación creada para defender sus derechos. Perfecto. Pero una cosa son los papeles tan bien redactados y otra muy distinta la realidad.

¿Realmente hemos educado a nuestros jóvenes cachorros en la igualdad? ¿Nos hemos limitado a enseñarles que los hombres y mujeres somos iguales en teoría? Lo digo porque no veo yo a los jóvenes varones aplicados en las tareas del hogar. Y aunque se ha avanzado mucho, ¿cuántos de ellos se lavan un pantalón, se planchan una camisa, friegan el suelo o se preparan la comida? “Sí, hombre, pero si ahora ni las mujeres de nuestra edad hacen nada de eso”, se autojustifican los del sector masculino.

El problema real vendrá cuando una pareja empiece a convivir o cuando decidan tener hijos. Como no hay una educación basada en la igualdad, la mujer aceptará el papel al que el hombre la ha sometido durante tantos años. Será la mujer la que se sacrifique por sus hijos y, si trabaja, será ella la que no asuma mayores retos profesionales para compatibilizar trabajo y casa (seguimos hablando así como si el trabajo de casa no lo fuera en realidad porque no está remunerado).

Por eso me da miedo que estemos criando a una generación de jóvenes a los que decimos constantemente que son iguales sin que el día a día vean en qué consiste esa igualdad. En este país hay mucho demócrata de boquilla que se infla de ganar billetes a base de ser corrupto. Hay mucho feminista de boquilla que no da un palo al agua en su casa. Hay mucha normativa para proteger de boquilla la violencia de género. En fin, en este país hay mucha igualdad de boquilla.