Fabular con la realidad
El último ejemplo lo ha puesto Évole, con una fabulación retrospectiva sobre la intentona golpista del 23-F. ¿Qué objetivo puede tener ofrecer una versión falsa sobre una realidad contrastada? ¿Acaso el periodismo consiste en frivolizar sobre los acontecimientos u ofrecer una realidad distorsionada sobre los mismos?
No se trata de un caso aislado. Desde hace años, resultan habituales los programas televisivos y radiofónicos, en los que se establece un cierto juego denigrante contra personajes y acontecimientos, con la información como vehículo. Curiosamente, y de manera sospechosa, siempre se alude en los guiones a términos que tienen que ver con el periodismo. Se cita continuamente a fuentes informativas, corresponsales, colaboradores, noticias, artículos, primicias, declaraciones en exclusiva y un largo etcétera que invita a pensar en la actuación de un medio de comunicación.
Parece como si determinados productos, de dudosa ética, necesitaran de la convalidación periodística para recibir el sello de calidad que les permita ser aceptados por el público.
El problema es que, ese punto de credibilidad, necesario para la viabilidad comercial de algunos programas televisivos infumables, debilita la credibilidad de otras ofertas que sí son informativas e imprescindibles para la opinión pública. De mantenerse esta inercia, todo será catalogado por el público como tele basura o periodismo basura.
No han sido aislados los ejemplos de personas que reconocen haberse sentido engañadas por el espacio-ficción de Jordi Évole, entre otras razones, porque la mayoría de los personajes que aparecían en él, mostrando esa disparatada versión sobre los hechos, ofrecen habitualmente ante los medios una trayectoria de seriedad intachable. Pero ¿cuántas otras han dado por buena la nueva descripción de los hechos que se hacía en el programa si, como ocurre a la mayoría, los mensajes audiovisuales se asimilan sin mayor sentido crítico?
No hace falta recordar, que existe ya una generación de españoles que no vivió el intento de golpe de Tejero y, por tanto, ha perdido perspectiva sobre la gravedad de aquellos sucesos. Trivializarlos equivale a falsearlos, sea o no con un objetivo predeterminado. Y eso no es periodismo.
Es más, nada hay más alejado del periodismo que falsear los hechos dando apariencia de veracidad. El fraude es completo, por muy gracioso que resulte.