La crisis explosiva que reflejan los medios

Resultan inquietantes las informaciones relativas a la crisis económica que padecemos los españoles. Los medios de comunicación trasladan a la sociedad, sin ningún tipo de filtros, el pulso de los acontecimientos de forma que éstos provocan una gran ansiedad, a falta de una valoración objetiva de los datos y su perfecta contextualización.

Quiero decir que, la crisis, esta endiablada sucesión de malas noticias que dura ya cinco años, nos está siendo transmitida como un partido de futbol, con indicación de minuto y resultado. Y falta perspectiva, faltan datos comparativos respecto a situaciones precedentes, análisis fiables de su repercusión en los ciudadanos. Falta prudencia.

Como fenómeno global, la crisis financiera se está convirtiendo para los ciudadanos de a pie en una carga insoportable, fundamentalmente por culpa de los medios. Se traslada a la gente una concatenación de sucesos que sólo pueden conducir al pánico general, provocando unos efectos más perversos que los que se atribuyen a la propia crisis. Podíamos concluir que los medios están acentuando sus efectos, sin pretenderlo, obviamente.

Hay un acoso diario a las audiencias, desde todos los medios de comunicación, como si ese tipo de informaciones hicieran aumentar las audiencias. Peor resultan los contenidos de los audiovisuales, para los que la crisis parece medirse en cifras o tuviera un pálpito reconocible y acrecentado en la calle cada pocas horas. Los periódicos de papel, aún pueden introducir ciertos mecanismos correctores, en forma de artículos y análisis más sosegados sobre la situación, en referencia a periodos más amplios, y firmados por verdaderos especialistas en cada materia.

Conscientes del peligro de una incertidumbre creciente, en esa escalada permanente hacia el desastre, algunos periodistas culpan al propio gobierno de no explicar suficientemente las medidas adoptadas, cuando algo de responsabilidad también les toca asumir a ellos.

La información siempre debe contener una gran dosis de interpretación. No todo el mundo está cualificado para conocer el alcance de determinados datos económicos, que expuestos friamente se convierten en catástrofes trasladados a la vida práctica de los ciudadanos. Y esa es función de los periodistas si no se dejasen arrastrar por el pesimismo de los acontecimientos, para evitar, precisamente, los efectos perniciosos, y subjetivos, de un panorama ya de por sí lo suficientemente desolador.