El billete del tranvía
Acabo de bajarme del nuevo tranvía que desde esta mañana recorre en pruebas, aunque ya con gente, la ciudad de Jaén. A mediodía estaba a tope. Claro que va a ser gratis un tiempo. Durante un mes circularán dos trenes en horario de 9 a 14 y de 17 a 20 horas. Desde junio circulará ininterrumpidamente desde las 6,30 hasta las 23 horas. Y en junio se incorporará el resto de los tranvías para que el trayecto se pueda hacer en 12 minutos desde Caja Rural hasta Vaciacostales.
Me gusta el nuevo tranvía. Me gusta su diseño y su estructura interior. Es funcional y alegre. Se ha pensado en que pueda ser útil para minusválidos. Me gusta su silencio al circular por sus raíles, incluso me llama la atención el sonido de la campana cuando se detiene en una de sus paradas o cuando va a pasar por una rotonda.
Hoy, todo el personal que trabaja ya para el tranvía ha estado muy amable. Se les distingue por una chaquetilla amarilla. Muchos reflejaban en sus caras el alivio de encontrar un trabajo tras meses o años de angustia INÉMica. “Mire, -te explican al entrar en el tranvía- esta es la tarjeta que se utilizará cuando se cobre. Ahora mismo es gratis, pero cuando se suba y tenga que pagar su billete sólo tendrá que pasarla por esa máquina” (similar para que se hagan una idea a la que existe en los autobuses urbanos).
Así que como estamos de estreno qué mejor ocio que el expulsar cada uno en voz alta sus opiniones: que si ya era hora de que Jaén tuviera algo que le diera una cierta modernidad, que si con tanto paro esto no es lo que necesita Jaén, que qué bien me viene para bajar al hospital, que qué lejos me coge a mí una parada, que si ahora es gratis y ya veremos cuando haya que pagar, que es mejor que el autobús, que debería pasar por el Gran Eje, que quién va a pagar el mantenimiento…
Es evidente que el tranvía tiene y tendrá sus defensores del modernismo urbano y sus detractores por que lo consideran un ejemplo del despilfarro en estos tiempos que corren. En todo caso, a mí me gusta. Y conste que yo no tengo una parada en la puerta de mi casa. Si le s confieso la verdad, desde niño siempre he tenido predilección por el transporte ferroviario y por los viejos tranvías que he visto en fotos amarillas.
No obstante lo apuntado hasta aquí, no me impide mostrar asimismo mi criterio de que el tranvía debería haber tenido otro recorrido para que fuera más eficaz comercialmente hablando. Me preocupa el futuro mantenimiento y quién lo pagará, porque el Ayuntamiento, sea de color que sea, no podrá asumir solo su coste.
Por eso me preocupa sobremanera que, cuando el tranvía deje de ser gratuito y se cobre el billete, muchos opten por colarse. Tal y como está diseñado no es muy complicado. Explican que el tranvía tiene unos sensores que detectan el peso del vagón cuando el mismo va con gente y que, como se conocerá el número de billetes vendidos, se sabrá si se cuela mucha, poca o ninguna gente. A mí me da que esto último va ser imposible. Así que ya veo dentro de unos meses revisores controlando a los viajeros sin billete. Y dicen que el que se haya colado tendrá que pagar una aleccionadora cantidad.
El que avisa no es traidor.