Fracaso histórico

El sector olivarero ha vuelto a quedar retratado. Las enormes expectativas que había levantado el interés de un grupo de cooperativas para dar un golpe de timón en el accionariado del grupo SOS, el gigante mundial en el comercio del aceite de oliva, han quedado difuminadas definitivamente. Al final se ha evidenciado de nuevo la atonía y la escasa unidad de un sector tremendamente atomizado y poco permeable a los cambios, sobre todo si son de calado.

Los olivareros han perdido una oportunidad histórica, que quizás tarde mucho tiempo en volver a presentarse. La entrada en el consejo de administración de SOS hubiera posicionado al sector en la sala de máquinas de la toma de decisiones del principal grupo comercializador de aceite en todo el mundo. Con unas producciones cada vez mayores por el aumento de las nuevas plantaciones, la única salida que le queda a los productores es ir conquistando mercados internacionales, y ahí es donde SOS ofrecía una oportunidad espléndida.

Pero no, ha pesado más el individualismo y los recelos de un gremio quizás demasiado resabiado por fracasos no muy lejanos en otras aventuras asociativas. Y ha pesado la excesiva lentitud de las cooperativas en legitimar sus acuerdos en sus órganos rectores. Pero, sobre todo, ha pesado la exigua visión de futuro de un sector demasiado acostumbrado a los lamentos y a esperar el maná de las subvenciones de Bruselas.

Como el que no se conforma es porque no quiere, ahora dicen que, al menos, el intento de entrar en SOS ha servido para agitar al sector y sacarlo de su estado inmovilista. Una afirmación que, siendo cierta, no puede ocultar el fracaso histórico de  una operación que, de haber prosperado, hubiera marcado un antes y un después en el mundo oleícola.

El sector ha cerrado por tercer año consecutivo una campaña marcada por la caída de los precios en origen. Se culpa de ello al enorme desequilibrio de la cadena de valor del aceite, con más de 400 cooperativas en la provincia jiennense y apenas media docena de grandes grupos de distribución que son los que llevan la voz cantante en los mercados. Por muchas ayudas que se pidan, por muchos cambios legislativos que se pregonen, el futuro del sector pasa inexorablemente por una mayor profesionalidad y por alianzas del sector productor para vender mejor el aceite. Y no como ahora, donde más del 80% se vende a granel esfumándose por tanto el valor añadido.

Por tanto, bien haría el sector olivarero en sacar conclusiones de esta operación fallida. Aprender de los errores para no repetir un fracaso histórico de semejante tamaño.