Crisis y confusión ideológica

“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”. La frase es de Jorge Luis Borges, pero se podría trasladar ahora a la presente situación de este país que unos llaman España y otros no. Las decisiones que el presidente del Gobierno ha adoptado tarde e impuestas por la Comunidad Europea suponen un golpe fortísimo para las clases medias. A mi modo de ver, significan la derrota de una ideología socialdemócrata que ha defendido hasta ahora el Partido Socialista. Los mercados financieros, causantes en principio del desastre económico, han esgrimido finalmente su poder global y anónimo para obligar a las economías más endeudadas a tomar decisiones contrarias ideológicamente al partido que se encuentra en el poder. Es en este contexto en el que tiene pleno sentido la frase borgiana en el panorama político-económico nacional.

José Luis Rodríguez Zapatero se ha visto forzado a transfigurar su ideología de izquierdas y ha tomado incluso resoluciones de mayor coste político que las que hubiera adoptado la derecha o el centro-derecha. El drama para la izquierda en las próximas elecciones generales, se convoquen antes o después, parte de la siguiente pregunta, ¿para qué votar a un partido de izquierdas si realiza una política de derechas? Esa simple cuestión podría dejar en bandeja el próximo gobierno en manos del PP. Este con un electorado fiel de gentes de centro, centro-derecha, derechas y ultraderecha no tiene más que esperar al desencanto de la izquierda, léase abstención, para ver caer al Partido Socialista. En este contexto debe entenderse la a mi juicio equivocada política anti-Estado y anti-España de Mariano Rajoy, por muy patriótico que se autotitule. Es muy significativo que éste critique y vote en contra de las medidas de recortes aprobadas hasta ahora, cuando si él mismo consiguiera el poder mañana no podría atreverse a mover un ápice esas mismas decisiones.

Tenemos pues un partido socialdemócrata que gobierna como un partido de derechas. Y un partido de la derecha que hace oposición como si fuera un partido de izquierdas. No es s extraño por ello que Merkel (o te abrochas el cinturón o no veréis ni un euro de Europa) haya felicitado al presidente del Gobierno tras pasar por la minima en el Congreso el grueso de los recortes sociales. Que yo sepa, Merkel es una genuina representante del capitalismo (perdón por esta palabra tan en desuso) germano.

Claro que un partido de izquierdas que gobierna como uno de derechas no tendrá su conciencia tranquila hasta que apruebe el ‘impuesto de los ricos’. Y aquí, de nuevo, tendrá que ir con pies de plomo, no vaya a ser que el asustadizo dinero de los que más tienen vuele a otros paraísos más beneficiosos para sus intereses. No habrá por ahora reforma fiscal y sí medidas para equilibrar lo que yo denominaría una ‘conciencia de izquierdas’.

Para cerrar este desasosegante panorama falta aún una pieza: la reforma laboral. ¿Cómo es posible que con más de cuatro millones y medio de parados patronal y sindicatos no hayan llegado a un acuerdo después de cuatro meses de negociaciones? ¿Es que alguien duda de que para crear empleo en este país, tras desinflarse el globo del ladrillo, hay que flexibilizar las reglas del mercado de trabajo? ¿Y es que alguien duda de que para que eso sea posible los empresarios tienen que ver despejado el camino para contratar y despedir con mayor libertad? Esa es la cruda realidad. Aquí los sindicatos tendrán también que pagar su peaje ideológico, por más huelgas generales que convoquen y, que sin duda, deben convocar para defender los que consideran legítimos intereses de los trabajadores a los que representan. Pero vamos a ver cuántos de esos funcionarios a los que se les ha recortado un cinco por ciento de sus salarios y de sus complementos van a la huelga convocada en todo el sector para el próximo 8 de junio.

Sí, es tiempo de crisis y de confusión, sobre todo ideológica de las clases medias que siempre son las que terminan por pagar el pato. Mande quien mande.